profetas estaban dotados con asombroso poder, para establecer la verdad y la autoridad, del mensaje que proclamaban. El mensaje, sin embargo, era lo importante. Todo israelita era consciente que había una doble prueba de la autoridad de un profeta. Primero, si un profeta predijo algo que no se cumplió, el profeta no era de Dios (Deuteronomio 18:21, 22). Los profetas verdaderos hablaron palabras que se hicieron realidad. Segundo, si un mensaje estaba de acuerdo con lo que Dios había revelado previamente,
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